RESUCITAR
LA IGLESIA DESDE LAS MUJERES
Pepa Torres
El
pasado 5 de marzo en la acción performativa que la Revuelta de mujeres en la
iglesia- Alcem la veu celebramos en Madrid, frente a la catedral de la
Almudena, para exigir el fin de nuestra discriminación en la iglesia, revivimos
la experiencia de aquellas mujeres que en la mañana de Pascua se pusieron en
marcha hacia el sepulcro. Mujeres que, aun con el corazón y sus sueños hechos
pedazos, portaban también seminalmente en su interior la esperanza de que la
injustica, la desigualdad y la violencia no podían tener la última palabra en
la historia. En aquel éxodo de mujeres aconteció lo inédito. El sepulcro se
abrió y en el cuerpo roto de Jesús torturado, Dios-Madre se rasgó para dar a
luz una nueva humanidad, una nueva creación, una nueva iglesia.
Al amanecer del primer día
de la semana, iban María Magdalena, María la de Santiago, Salomé y la otra
María, de camino hacia el sepulcro. Iban pesarosas, compartiendo su profunda
tristeza, su desconcierto. Les sobrecogía la incertidumbre, la indignación por
todo lo acontecido con Jesús. ¿Cómo había sido capaz de llegar el poder religioso
a semejante ignominia?
Han matado a Jesús de
Nazareth, se decían consternadas
Han matado a nuestro
Maestro, repetían con perplejidad.
Sin voz, sin palabra, sólo
les quedaba el discreto papel que les había dejado el sistema patriarcal y
clerical: ungüentar, amortajar, llorar, velar lo yerto, el cuerpo de su amado.
Aun así, no perdieron su
perfume, su aroma, su seña de identidad y se pertrecharon con toda clase de
especias aromáticas para aplacar el olor a muerto, a podredumbre.
Mientras caminaban hacia el
sepulcro se decían unas a otras,
“Ya no cabe esperanza en
esta Iglesia; no es posible el cambio.
“No sé” decía otra, todavía
esperanzada.
“¿De verdad crees que vamos
a poder mover esta pesada losa?, ¡qué ingenua!”
“¿Quién nos moverá la
piedra de esta Iglesia jerárquica y Clerical? Es imposible”
“¿Quién nos moverá la
piedra para entrar al sepulcro?”
Somos muchas las mujeres
cristianas en el mundo que experimentamos conmocionadas y comprometidas que la
violencia y la injusticia con las mujeres al interior y al exterior de la
iglesia no pueden tener la última palabra.
Aquel que murió de vida, por anunciar el Evangelio como una Buena
noticia de liberación para las mujeres nos cubre con su Ruah creativa y
resiliente en el compromiso y la exigencia de la ekklesia de Jesús como
comunidad de iguales, hasta que las últimas sean las primeras (Mt 19,30-20).
Por eso esta Pascua,
habitadas por el espíritu de aquellas primeras portadoras de perfumes,
renovamos nuestro sueños y compromisos inaplazables como mujeres en la iglesia,
sintiendo que se va alumbrando algo nuevo, pero que tenemos que seguir soñando
y trabajando insistentemente por ello. La Pascua renueva nuestro convencimiento
de que el Resucitado es el Crucificado, encarnado también en las crucificadas
de la historia, con ellas nos invita a alumbrar de nuevo la iglesia y la mesa
inclusiva de la sororidad. Por eso la Pascua es tiempo de renovar sueños y
compromisos:
Soñamos y trabajamos por una iglesia que rompa con la antropología patriarcal que legitima la subalternidad y la discriminación de las mujeres. Frente a ello proponemos una antropología relacional basada en las relaciones de mutualidad. Una antropología que recupera imágenes y lenguajes sobre la divinidad, también femeninos, ignorados tradicionalmente en la historia de la iglesia, pero que sin embargo forman parte de la revelación bíblica. Una iglesia que elimine el lenguaje patriarcal y sexista de homilías, textos y documentos y se atreva a interpretarlos, no sólo para leer la Biblia y vivir el evangelio de otro modo, sino para que sean liberadores para la humanidad entera.
Soñamos y trabajamos por
una iglesia que reconozca, de hecho, que los cuerpos de las mujeres son cuerpos
a imagen y semejanza de Dios y por tanto aptos para representar lo divino y
nunca objetos de explotación y violencia.
Soñamos y trabajamos por
una iglesia que favorezca la cultura del cuidado, el buen trato y las
relaciones horizontales en todos sus espacios. Una iglesia con tolerancia cero
con la pederastia y las violencias machistas, dentro y fuera de ella misma. Una
iglesia que mire a los ojos a sus víctimas y se ponga de su parte poniendo en
marcha mecanismos que hagan posible la justicia, la reparación y la prevención.
Soñamos y trabajamos por
una Iglesia en la que las mujeres seamos miembros de pleno derecho. Porque en
un mundo en el que las mujeres tenemos responsabilidades políticas, sociales,
económicas y de gobierno, resulta incomprensible y anacrónico nuestra escasa
representación en los principales órganos consultivos, de discernimiento y de
decisión de la Iglesia.
Soñamos y trabajamos con una
Iglesia que reconozca la plena ministerialidad de las mujeres. Que no nos
niegue ni el don, ni la gracia, ni la vocación, ni el derecho, en virtud de
nuestra consagración como bautizadas y en la que desaparezca todo tipo de
discriminación por razón de sexo.
Soñamos y trabajamos por
una iglesia que se nutra y reeduque desde las aportaciones de la teología
feminista, para hacer una lectura crítica y una reflexión de la propia
experiencia y del evangelio, convencida que el evangelio no puede ser proclamado
si no se tiene en cuenta el discipulado de las mujeres.
Soñamos y trabajamos por un
iglesia comprometida contra la feminización de la pobreza y de la violencia de
género dentro y fuera de ella misma, que respete la libertad y la adultez de
mujeres y repiense la moral, especialmente la sexual y la económica, desde la
perspectiva de las mujeres.
Soñamos y trabajamos por
una iglesia que se abra al diálogo y la cultura de los movimientos de
liberación de las mujeres, subrayando que la igualdad que buscamos no consiste
en repetir el modelo masculino ni su comportamiento, sino la igualdad de
derechos en una sociedad y en una Iglesia con palabra también de mujer y
fundada en relaciones de justicia.
En este camino de sueños y
compromisos compartidos sabemos que no estamos solas y que aquellas mujeres de
la primera Pascua -la mujer del perfume, María Magdalena, María de Nazaret,
Salome Juana, Mari, la de Cleofás (Lc 24,10; Mt 28,1;Mc 16,1; Jn 20,14-18)- nos
hacen un guiño cómplice.
https://blog.cristianismeijusticia.net/2023/04/09/resucitar-la-iglesia-desde-las-mujeres
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